La historia de mis inicios: un salto de fe
- Carles Marsal
Cuando en mis charlas digo que los inicios no suelen ser fáciles lo digo en serio. No es una falacia que queda bien para dárselas de humilde o para justificar estar en una buena posición laboral en la actualidad. Soy consciente del reto que supone para muchos de vosotros lograr dedicaros a esto del arte digital, pero dedicarse a ello al 100%, no solo como un extra o un entretenimiento. Hay que dar un salto de fe (como el pequeño Carles en la foto de cabecera 😋). Por eso, con el ánimo de daros un poco de perspectiva, vengo a contaros los episodios más importantes de mis inicios y que me hicieron llegar donde estoy hoy.
El Quinto Elemento
Una película de Luc Besson, ciencia ficción futurista con un taxista maltrecho, una pelirroja alienígena y un montón de personajes de lo más variopintos. Estaba yo acabando el instituto, valorando si hacer la carrera de Biología, pero fue al pasar por delante de una tienda en la que tenían esta película puesta frente a una enorme butaca, con Dolby Surround y todo, que hice el "clic mental". Ahí me dije que debía intentar meterme en lo que siempre me había gustado, crear mundos. Siempre lo había hecho, dibujar lugares de fantasía, diseñar objetos mágicos, construir lo que hoy serían joyitas de cosplay y como no, también hacerlos realidad con Photoshop.
Siempre podría estudiar Biología, así que me apunté a un ciclo superior de Audiovisuales y aprendí escenografía, cine, producción, realización, fotografía, iluminación y retoque digital. El retoque, fue donde confirmé lo que ya intuía. Tocábamos Photoshop y yo ya llevaba años haciéndolo en casa, por lo que se me hizo muy fácil (pensad que cuando empecé, no había internet, así de viejo soy. Aprendías con los famosos libros Anaya, con ejercicios de paso a paso o con el manual oficial).
Chico de prácticas
En esos estudios hacías prácticas en empresa, en mi caso fueron dos. La primera, una productora audiovisual en la que me trataron fatal, así de claro. Ya me avisaron los profesores que era una empresa que apretaba mucho a la gente, pero en ese momento me podían las ganas. El primer día me dijeron que haría una rotación entre las distintas salas de efectos especiales, para aprender como funcionaban... acabé en la sala de máquinas, cargando y destruyendo cintas digitales (eran como maletines de grandes) y las transportaba junto con sacos de cemento, del local antiguo al nuevo (ahora veo que hice de Sam Porter en Death Stranding 🤣). No entraré en más detalles pero todo fueron despropósitos y amenazas, así que un día, simplemente, me negué a cargar ni una sola maleta más y me fui.
La segunda empresa en la que estuve de prácticas fue una cadena de televisión local de Barcelona. La verdad, fue mucho mejor. El trabajo era simple: procurar tener los equipos listos, compactar cintas (poner el contenido de las cintas de grabaciones pequeñas en cintas más grandes para archivarlo) y realizar algunos montajes para los programas o salir a grabar. Estuve muy bien, era entretenido, pero no era a lo que quería dedicarme.
Al finalizar el ciclo, yo y un colega de clase hicimos un cortometraje como proyecto final que salió ganador de nuestra promoción. Con lo que cerré por todo lo alto esa época audiovisual a la que le tengo mucho cariño y con la que pude aprender infinidad de conceptos que luego, curiosamente, aplicaría en mis proyectos de arte digital.
Afianzando Photoshop
Tras ese ciclo me metí en una especialización en retoque con Photoshop que duró un año. Un año de Photoshop en profundidad, aprendiendo todo lo que entonces se hacía con él, con distintas especialidades: fotomontaje, retoque, ilustración y diseño, con distintos profesores que trabajaban de eso en su día a día, con lo que aprendíamos la realidad laboral, si más no, algo muy parecido.
Estos estudios los hacía por la mañana, por lo que las tardes las dedicaba a construir mi primer portfolio, encarado a buscar trabajo en cuanto terminara. Nada de páginas web, era un documento hecho en PDF que adjuntaba una carta de presentación para enviar por email o para enseñar en impreso.
A ratos libres aprovechaba para ir mejorando mi técnica de manera más específica con los cursos de Dylan Cole, Ryan Church y Feng Zhu, grandes artistas del Matte Painting y el Concept Art. Eso y por supuesto, practicar con proyectos personales que me ayudaran a evolucionar y mejorar mi portfolio.
También participé en varios concursos de arte digital. Algunos me permitieron no solo ganar premios sino también hacer exposiciones en distintas galerías y tiendas online con ventas por royalties y tener difusión en revistas y libros especializados.
Así pues, podría decirse que mi día a día estaba inundado de Photoshop a todas horas: fuera para aprender, para hacer los proyectos que me encargaban los profesores o para crear los míos propios.
A la caza de mi primer trabajo
Cuando terminé los estudios, me pasé todo el verano encerrado en casa terminando de pulir mi portfolio. Quería que se viera lo más profesional posible, que tuviera personalidad y sobre todo, que se viera variado, demostrando mi capacidad para realizar cualquier proyecto (qué equivocado estaba, sobre ello puedes leer el siguiente artículo sobre cómo construir una buena presencia online).
Pues bien, en septiembre de ese año me puse a mandar emails a un montón de estudios de diseño, estudios de retoque, agencias de artistas e incluso editoriales. Productoras ninguna, ya aprendí la lección y ese mundo no era para mí (más adelante algunas de ellas serían mis clientes, pero de manera muy puntual).
También me presenté en las instalaciones de las que más me interesaban, para enseñar mi trabajo y sobre todo, para que me conocieran en persona. Entre ellas el Estudio Mariscal, donde me recibieron con tremenda amabilidad, vieron mi trabajo y aunque no tenían trabajo para mí, me invitaron a seguir adelante sin dejar de escribirles en un futuro por si llegaba la oportunidad. No llegó.
Finalmente, me contactaron de un pequeño estudio de 4 personas, hicimos una entrevista informal y me contrataron. Bueno, más que contratarme, a final de mes me dejaban un sobre con 500€ encima del teclado, pero ya me servía. Me lo tomé como un aprendizaje a nivel profesional. Aprendí a diseñar más y mejor, más rápido, a tratar con clientes, a ampliar mis técnicas. Aprendí a gestionar tiempos y a administrarme con diversos proyectos y fechas de entrega. En definitiva, el hecho de trabajar en un estudio pequeño fue la formación que me faltaba para lanzarme a ser freelance. Eso y suficiente trabajo para mantenerlo.
Alineación de astros
Cabe decir que siempre me había quedado el gusanillo de estudiar algo relacionado con la educación. Me gustaba la idea de enseñar, ayudar a los demás a prosperar y desenvolver sus dones (más aún con niños, son todos artistas por naturaleza). Es por eso que decidí hacer un cambio importante, a su tiempo y sin prisas, pero con convicción. Empecé a hacer algunos trabajos en paralelo al trabajo en el estudio. Cosas pequeñas, un logo para un comercio, la campaña publicitaria del dentista del barrio, proyectos de imagen corporativa para los clientes de una imprenta, el diseño de varias páginas web para una startup de servicios, portadas de libro para una editorial, etc.
Llegó un momento en que no podía combinarlo todo, así que dejé el trabajo en el estudio (ya cobraba más por libre que con ellos y consideraba haber aprendido lo suficiente) para hacer la carrera de Magisterio en Educación Primaria por las mañanas, mientras mantenía los trabajos que me iban saliendo por las tardes.
En la carrera tuve la oportunidad de hacer unas prácticas poco habituales, colaborando con una editorial de material escolar. En principio iba a dedicarme a preparar ejercicios y actividades didácticas, pero resulta que la jefa de diseño iba sobrepasada de trabajo. Así que aproveché, tenía los conocimientos en diseño, de modo que me ofrecí a ayudarla. El resultado fue que, al terminar las prácticas, seguí colaborando con ellos (algo que hemos mantenido a lo largo de los años). Fue el momento en que me di de alta de autónomos ya de forma oficial.
Profesor de Photoshop
Precisamente, gracias a estar estudiando Magisterio, me llamaron de una empresa de formación para empresas. Me faltaba muy poco para terminar, pero les interesó mucho que mi perfil combinara conocimientos audiovisuales, técnicos de Photoshop y la enseñanza. Necesitaban a alguien que, de forma urgente, armara un curso de creatividad publicitaria en horario prácticamente nocturno.
Me pareció muy interesante y acepté, ya que me permitía terminar la carrera por las mañanas y trabajar por las tardes. En esos cursos, no solo aprendí a desenvolverme hablando en público, sino que aprendí a encontrar herramientas para construir clases interesantes, divertidas y sobre todo pedagógicas, modificando el contenido para que fuera cada vez mejor. Tras meses impartiendo ese curso, me llamaron de otro sitio para dar clases de Photoshop y ahí fue donde todo terminó de encajar.
Construyendo una vida freelance
Lo había conseguido, tenía un cliente fuerte que me daba trabajo con cierta continuidad. A este le seguían otros con encargos más pequeños y puntuales. Aparte, tenía los cursos, los cuales fui ampliando en distintos niveles para que pudieran cubrir todo tipo de perfiles, desde los iniciados hasta los profesionales. Y no solo eso, seguí contactando agencias, editoriales, estudios, etc. para ir ampliando y cubriendo los encargos puntuales.
Curiosamente, los cursos me ayudaron mucho en ese aspecto. A veces iba a la empresa de los alumnos a dar las formaciones, o el que venía a nuestras instalaciones a aprender era el jefe de diseño, producción o director creativo. El hecho es que, en algunos casos, al terminar el curso me llamaban para colaborar con ellos. No hacía falta entrevista, ni portfolio, en los cursos me conocían, veían como trabajaba, mis conocimientos y forma de ser.
Nunca lo habría previsto, pero fue gracias a esas formaciones que conseguí algunos de los mejores clientes que he tenido y tengo hoy en día.
Hoy me doy cuenta de que quería estudiar Biología porque, en gran parte, siempre me ha fascinado la vida, pero sobre todo, porque disfrutaba dibujando todos esos seres al mínimo detalle, sus entornos, sus ciclos naturales y funcionamientos vitales... solo necesitaba un poco de confianza y creer en dedicarme a lo que me salía de forma natural, ni calculada, ni con expectativa de nada.
Así fueron mis inicios, y como podéis ver, me dejé llevar, y mucho mejor así. ¿Cómo iba yo a imaginarme que gracias a estudiar Magisterio acabaría teniendo mi primer cliente importante y me forjaría un futuro como profesor de Photoshop? Por no hablar de la cantidad de gente que conocí gracias a los cursos. Entre ellos, mis queridos amigos de Adobe, los cuales terminaron siendo el trampolín con el que mi carrera despegaría de forma definitiva. Pero eso, da para otro capítulo... 😉
Espero que la historia de mis inicios resuene con todos vosotros de un modo u otro, que os abra los ojos, os haya enseñado algo, os dé esperanza. Salirse de los caminos marcados y seguir nuestra intuición nos lleva a descubrir posibilidades inimaginables. Y es que la vida siempre tiene nuevas oportunidades que ofrecernos, siempre.
Suscríbete a mi newsletter
Únete para recibir posts como este directamente en tu email junto con novedades, ofertas especiales y contenidos sobre arte digital.